Relatos de la casona

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Casona.

miércoles, 19 de julio de 2017

¡El escándalo nos hace libres!

      ¡El escándalo nos hace libres! Ya sé que es un título que suena muy extraño, raro e incluso inapropiado, pero,... ¡El escándalo nos hace libres!

      ¿Cuantas veces hemos conocido una noticia escandalosa y nos hemos llegado a plantear la validez moral de una norma, de una ley, o de unos usos sociales? Seguramente unas cuantas veces, ya que cuando una persona o un grupo social asume voluntaria, o de forma tácita, una fórmula de comportamiento establecida con fuerza social en una comunidad, villa o comarca, lo que en realidad está haciendo es negarse a sí mismo la posibilidad real de realizar esa conducta tipificada por los demás, a veces impuesta incluso por los muertos, como algo negativo, algo que no debe hacerse, decirse o pensarse. 

       Entonces,  la cuestión deriva en lo siguiente: cuando se conoce un escándalo cometido por alguien influyente en la comunidad, territorio, o estructura social, como un abuso sexual por parte de un cura, o la corrupción de un político, ¿eso no vale como detonante para que la gente normal se cuestione sobre lo absoluto o lo relativo de las normas y usos de convivencia sociales? 

       Todos sabemos que cuando el infractor de una norma es una persona con pocos recursos la norma social se le aplica con verdadero rigor y con todos los agravantes, mientras que cuando es una figura importante aparecen circunstancias modificativas de la responsabilidad, es decir, bien atenuantes, bien eximentes. 

          Algunas personas pensarán que no era para tanto. Otras dirán que menudo escándalo. También habrá quienes, en silencio, aprendan que la norma se puede infringir si la ocasión se cruza y no se airea,... Sin embargo, lo único que se cuestionan son los hechos y se dictaminan en razón de quiénes los hayan realizado, más que en sus consecuencias. Así el concepto de la norma se entredice, la moral se relativiza y el valor de la justicia queda empañado, según la ocasión, llegando incluso a sustituirse el valor inicial por el contrario y viceversa. Por ejemplo, en los tiempos en que la sociedad era puritana estaban muy mal vistos el adulterio y el amor libre y gratuito, en cambio en la actualidad, tanto el adulterio, como el amor libre y gratuito son algo corriente y común desde que fueran despenalizados de los códigos penales, primero, y sociales, después. 

         ¿A dónde quiero llegar? Pues es fácil. Digamos que una conducta social reprobada actualmente, como puede ser la corrupción política, puede normalizarse, e incluso institucionalizarse si se repite con tanta frecuencia que acabe siendo estadísticamente típica y sus autores, además, quedan impunes de toda responsabilidad penal, debido tanto a esas cortinas de humo que modifican sus responsabilidades criminales, tanto como por el silencio colectivo de la gran masa social, indefensa y bobalicona. 

       Hay lugares de la Tierra en donde el incesto está bien visto y es considerado una virtud. En otros lugares es algo reprobable. El escándalo lo que produce es una corriente de aire fresco que pone en tela de juicio la validez de una norma o de un uso social, pero esto no significa que sea bueno, o que sea malo. Las normas son construcciones humanas dadas para encasillar una conducta en base a un sistema de valores, como buena o mala. Si la sociedad evoluciona, los valores se ven sujetos a revisiones y a cambios. Estos cambios sólo deben ser la expresión del cambio real en la sociedad del conjunto de valores que la sustenta como tal.  Y es aquí, y en este sentido en el que el escándalo nos libera, bien de prejuicios anacrónicos, bien de verdades a medias, o bien de mentiras basadas en la ignorancia o en la incultura. 

       No obstante, no toda revisión de la estructura normativa de una sociedad tiene que ser siempre buena. El peligro está en que no sea una iniciativa de revisión que parta desde las bases de la comunidad la que se lleve a cabo, sino desde una estructura de poder que se vea corrompida y que intente instrumentalizar a su antojo y para su propio beneficio, en contra del derecho de gentes (ius gentium) los mecanismos sociales de control de las conductas adaptadas a los verdaderos valores sociales. Es decir, que una revisión unilateral con un origen en unas instituciones corruptas no puede ser válida, ni aceptada por la mayoría de los sujetos sociales. En este sentido, el escándalo no nos haría libres, sino que nos estaría sometiendo y esclavizando. 

Juan Cid.-