Relatos de la casona

Relatos de la casona
Casona.

lunes, 21 de noviembre de 2016


Juan Cid Astruga







HAYKUS DE PRIMAVERA Y VERANO.



Haykus de Mayo.
24/05/16

Mi gato en mi pecho ronroneando.
Mi perro a mi lado meneando el rabo.
Así es mi presente esta tarde de Mayo.


Miedo derrotado,
corazón rejuvenecido,
frente que se enfrenta al viento.


Cigarrillos de humo blanco
que intoxican el pulmón,
quemadores de vida son


25/05/16

Atiendo llamadas,
reparto sonrisas,
la vida es bonita.


26/05/16

Paisajes de ensueño
perciben mis ojos,
primavera en mi vida.


Desatando nudos en mi cabeza.
La realidad se ve distinta,
yo la dibujo.


27/05/16

Descubro oportunidades,
aprecio detalles nuevos,
todo cambia.


Pequeñas tareas,
grandes historias,
así es la vida.


29/05/16

Tardes de sofá,
alma adormilada,
tormenta por dentro y por fuera.


30/05/16

De buena mañana respiro profundo.
Mis pulmones se llenan.
Conecto con el universo.


Haykus de Junio.
01/06/16

Respira profundo,
relaja tu mente:
disfruta el presente.


Corre por el monte
comiendo boñigas,
mi perro es muy feliz.


02/06/16

El Sol ilumina la tierra,
la vida despierta,
todo es hermoso.


Si no estás decidido
no lo conseguirás,
la vida es así.


03/06/16

Trinos de golondrinas,
aroma de mies:
¡Primavera en marcha!


4/6/16

Mañana de junio,
viento en la cara,
Sol en la espalda.


5/6/16

Campos verdes bajo el Sol,
sudor en la camiseta,
paz de las tierras de Castilla.

Pueblos de la Meseta,
concentraciones moteras,
primavera, Sol y carreteras.


6/6/16

Los pájaros cantan sin alegría,
el cielo está gris oscuro,
tormenta y lluvia se acercan.


7/6/16

Aroma de amanecer,
frescura que llena el pecho,
gozo que inunda el alma.


8/6/16

Rosas recién cortadas,
alegrías femeninas,
llevan paz a la oficina.


Babas de perro en la cara,
todos los amaneceres,
alegrías y quereres.


Café calentito
reconforta el cuerpo
y también por dentro.


9/6/16

Campos roturados,
arados en el camino,
cereales y buen vino.


El Sol calienta mi casa,
las mantas dejan mi cama,
se acerca el verano.


10/6/16

Fiesta de golondrinas,
risas de pajaritos,
alegría en el ambiente.

13/6/16

Nubes blancas de algodón,
que voláis surcando el cielo.
¡Yo quiero ser una nube!


Cielos enladrillados sobre mi patio.
Agua que caerá refrescando el suelo.
Vapores que retornarán a las nubes.


14/6/16

Cantos de golondrinas,
suave brisa de primavera,
amanecer en el campo.


Verdes prados,
azules cielos,
cálidos vientos.


15/6/16

Lluvia de junio,
frescura de primavera,
jersey sobre los hombros.


16/6/16

Suelos mojados,
viento, sol y nubes,
tranquilidad en las calles.


17/6/16

Amanecer en Castilla:
El Sol acaricia los campos
y los colores despiertan.


18/6/16

¡Aire puro, aire fresco!
¡Verde vivo en los prados!
¡Cantan alegres los pájaros!


19/6/16

Temprano me levanto,
disfruto del tiempo,
hago mis trabajos.


20/6/16

Brisa de amanecer
Cantos de golondrinas
Nueva jornada que comienza


VERANO.
21/6/16

Sudor en la frente,
Sol en la espalda,
calor de fragua.


22/6/16

Campanadas que suenan lejanas,
murmullos de aves felices trinando,
paz y concordia en el campo.


Trabajo bien hecho,
buenos frutos da:
Satisfacción y descanso.


23/6/16

Caminos despejados,
campos soleados,
viajes tranquilos.


24/6/16

Coros de golondrinas
saludando la mañana:
¡Bienvenida sea la vida!


27/6/16

Golondrinas madrugadoras,
parlanchinas, juguetonas,
siempre revoloteadoras


Momentos gatunos,
son los desayunos,
ronroneos y maullidos.


28/6/16

Calor, luz, brisa suave.
Verano en el campo.
Cosechas, tractores y arados.


29/6/16

Avispas en el buzón,
entrevista con Hacienda:
¡Nada bueno son!


30/6/16

Aires cálidos al amanecer.
Fragancias de siega y de mies.
Colores que siguen dormidos.


Haykus del mes de Julio.
1/7/16

Vacaciones a la vista,
ilusiones y proyectos.
El tiempo va más deprisa.


2/7/16

Un vaso de vino,
conversar con un amigo,
día de mercado.


4/7/16

Temprano amanece,
trinos de golondrinas,
cielos cerúleos.


6/7/16

Brisa de mar y Sol escondido,
playas semidesiertas,
rocas, maderos y aguas cristalinas.


7/7/16

Bellezas desnudas al aire libre,
Baja mar en modo absoluto,
Escaso rumor del agua, pasos perdidos.


16/7/16

Arrumacos de mi perro,
bienvenida del nuevo día,
instantes plenos y fugaces.


17/7/16

Buen desayuno preparado,
Mi perro me roba el pasiego.
Se acabó el buen desayuno,...


18/7/16

Frescor del amanecer en el rostro.
Fin de las vacaciones.
Otra vez en el trabajo.


19/7/16

Un pájaro en una rama,
una sombra en el suelo,
Un instante nada más.


21/07/19

Amigos que te acompañan,
felicidad en el camino,
momentos irrepetibles.


25/07/16

¡Madrugando más que el Sol!
¡Apurando más el día!
¡Pero el ritmo no cambia!


Haykus del mes de Agosto.
1/08/16

Mañana del mes de agosto,
halcones que vuelan los campos,
culebras que se agazapan.


3/08/16

Velocidad en la cara,
cuerpo relajado.
¡Pilotaje que se disfruta!


4/08/16

Aroma de lluvia,
frescor en el rostro,
tormentas de agosto.


14/08/16

Al fin en silencio,
la playa y yo,
ambos desnudos.


22/08/16

Estribillos que suenan,
acordes que se te pegan,
musiquillas que te acompañan.


24/08/16

Fiestas de pueblo,
Orquestas, peñas y bailes,
Otro ciclo que se cierra.


26/08/16

Olor de lluvia,
tierra mojada:
¡Vida que se abre camino!


Haykus del mes de Septiembre.
06/09/16

Luces mañaneras,
bebida isotónica:
Gastroenteritis aguda.


08/09/16

Amanecer septembrino,
Frescor en las mejillas,
Se escapa el verano.


19/09/16

Se despide, ya, el verano.
La casa se enfría.
Los gatos se acurrucan.


20/09/16

Niños que van al colegio
Camisas de manga larga
El otoño ya llegó.



Otoño que llega,
verano que marcha,
haykus que se terminan.


FIN.



miércoles, 16 de noviembre de 2016

Relato corto:






EL PUEBLO MALDITO




Juan Cid.






EL PUEBLO MALDITO.
12/11/2016

Las nueve de la mañana. La niebla cubre los altozanos de Prado del Cea. Calles húmedas y olor a frío. Viento del norte que se deja sentir en una tremenda helada. Nadie circula por ningún lado. Todo está tranquilo y en silencio.
Leo, un vecino del pueblo, sale de su casa a tirar la basura. Camina tranquilo hacia el contenedor. Nada podía presagiar de la pesadilla que comenzaría en pocos minutos. Levanta la tapa del contenedor y allí metida en una bolsa de plástico encuentra viva una gallina. Alguien la había tirado a la basura. Leo no sabe que pensar. El animal le mira con ojos directos. Está empapada en sudor, aterrada, no se mueve, apenas cacarea. Leo la observa atónito. Se dice a sí mismo -¿Quién puede ser tan cruel de abandonar a este animal a una muerte tan horrorosa?-
Saca del contenedor la bolsa con la gallina y la libera. Mira a un lado y a otro. Nadie, no hay nadie. Leo no sabe a quién preguntar y decide llamar a la Guardia Civil, ellos sabrán decirle lo que hay que hacer.
Después de marcar el número en su teléfono móvil le dicen que lo deje suelto y que ya le llamarán desde el SEPRONA. Leo ve a una mujer, le pregunta si conoce a la gallina, ella le responde que no pero que no es la primera vez que hay animales vivos en la basura, se encoje de hombros y no quiere saber nada más del tema. Llama a casa de un vecino, pregunta y le dicen que podría ser de Afrodísio, ya que cuando ya no sirven las desecha de esa forma. Leo, horrorizado por tanta naturalidad al referirse a unos malos tratos contra los animales se queda pensativo y decide soltar a la gallina en una era. Nervioso e intranquilo regresa a su casa. No sabe qué hacer y mucho menos qué pensar de aquella vecindad, así que espera la llamada del SEPRONA.
A media mañana se presentan en su domicilio los agentes del SEPRONA. Hablan, buscan al animal, toman nota y se van a buscar al presunto culpable. La gallina no aparece, tampoco toman denuncia, simplemente unas notas en una libreta. Todo parece surrealista.
Leo regresa a su casa pensativo. Su cabeza no está muy bien. El suceso le ha provocado una seria crisis filosófica y existencial. Se siente abatido, cansado y atemorizado por la clase de vecinos que le rodean. Piensa que si son capaces de hacerle eso a una pobre gallina, ¡qué no serán capaces de hacerle a él!
Su pensamiento pasa del dolor al miedo, del miedo al agotamiento, del agotamiento a la ira, de la ira a la impotencia,… Horas más tarde, viendo a la gallina por la calle tan tranquila, se pregunta si realmente mereció la pena dar ese paso a favor de la vida de ese pobre ser y enfrentarse al proceso social que le espera por acudir a las autoridades. Él sabe que su delito ha sido defender esa pequeña y explotada vida animal. Al final, nadie ha hecho nada. Nadie la ha recogido, ni le han dado más oportunidad que la que la naturaleza le ofrece sin techo ni hogar. ¿No sería mejor haberla dejado morir en el contenedor? A fin de cuentas, la gallina acabará muerta de una forma o de otra, pero Leo ya nunca vivirá igual que antes y él lo sabía.
Toda su vida social en el pueblo había quedado comprometida. Ya no era Leo, el vecino de la calle Mayor, ahora era un chivato que había denunciado a otro vecino. Eso era un delito imperdonable. Pasara el tiempo que pasase, él siempre sería recordado como un colaborador de la policía, un delator. ¡Y, menos mal que vivía en un pueblo normal, con vecinos normales, trabajadores honrados y todo ese tipo de ilustres loas a sus habitantes! ¡Menos mal!
En su interior, Leo no paraba de cuestionarse si todo aquello había merecido la pena. Su visión de las cosas, de la vida, del bien y del mal no paraban de asediarle. Incluso su visión teológica del asunto no dejaba de plantearle nuevas preguntas, y a su vez nuevas respuestas.
Hace mucho frío. Son las nueve y media de la tarde de un frío día de noviembre. Leo no sabe cómo ha ocurrido, pero la gallina se pasea por delante de su casa como si supiera que su morador la había salvado de aquella bolsa de basura y quisiera que volviera a rescatarla. Ya es de noche. Las luces de la calle muestran a la pobre ave con un aspecto más fantasmal que otra cosa. Leo está cerrando las ventanas y no puede dejar de mirar hacia el indefenso animal. Piensa que es una criatura que merece algo mejor que un simple abandono en mitad de una era. Que su tarea no ha acabado aún con ella. No puede sentirse cómodo y dejarla fuera abandonada bajo la lluvia y a la intemperie a su suerte.
Leo piensa en la Creación y también en la Redención. Si Cristo vino a redimir a todas las criaturas ante el Padre Celestial, y la gallina es una criatura, significaría que también fue redimida. Esto significa que la gallina también poseía una dignidad y un valor en sí misma ante los ojos de Dios. Leo reflexiona sobre el dolor y sobre la posibilidad de reubicar a este pobre bicho. Sin embargo, Leo tiene un pastor alemán en casa y no son especies compatibles entre sí. No obstante, abre la puerta, camina hacia la gallina que se deja coger sin oponer resistencia y la introduce en su casa. Se dice a sí mismo: -“La gallina se quedará en la entrada, junto al radiador, lejos del perro y de cualquier otra posible amenaza”-. Busca una palangana y prepara un camastro para ella con un saco viejo. Coge un par de cuencos y le sirve una cena de cebada y agua. Esta noche la pasará a salvo. Mañana será otro día.
Ya más tranquilo, Leo busca en internet algún santuario animal dónde poder llevarla. Encuentra varios, pero no hay forma de contactar con ellos, sólo indican la forma de hacer donativos. Sigue pensando y entonces recuerda que su amigo Javier trabajó en granjas avícolas: ¡Javier me ayudará! Ahora mismo le llamo.
La conversación fue rápida y fluida. Mañana será otro día y a mediodía estará todo arreglado.
El día se levantó con una niebla meona e insoportable. Para evitar que su perro se comiera a la pobre gallinita, Leo evitó sacarlo a la calle y lo soltó en el patio de su casa.  Tras visitar a la nueva invitada, la encuentra allí dónde la dejó anoche. La pobre ha defecado en el suelo. No ha probado bocado, no sabe si habrá bebido. Lo importante es que está ahí, y que dentro de un rato será reubicada en una nueva granja, donde llevaría una nueva vida, una segunda oportunidad.
A eso de las once y media, Leo prepara una caja de cartón. Abre la puerta y ve comiendo a la gallina. La toma en sus brazos y la introduce en la caja. Se ponen camino de la granja de Javier, con optimismo y con música clásica.
Llegan a la granja y saludan a Javier. Dejan a la gallina en el coche y van a tomar una cervecita. Hace mucho que no se ven y tienen mucho que contarse. Luego atenderán a la pollita. A fin de cuentas, ya sólo falta presentarla a sus nuevas compañeras.
-Lo siento mucho, amigo Leo.
-¿Qué sucede?
-Esa gallina es muy vieja y además está enferma. Fíjate en su cuello. Lo tiene doblado y con manchas en la piel. Mucho me temo que hay que sacrificarla.
-Entonces, ¿no tiene remedio? ¿De nada ha servido salvarla del contenedor?
-Leo, cuando alguien tira algo a la basura es porque no vale. Quién haya tirado a esta gallina, lo ha hecho por ese mismo motivo. Lo siento pero no es viable. Cuanto antes lo hagamos, mejor para todos. ´
-¡Pues vaya jarro de agua fría! Al menos, sacrificarla será menos doloroso para ella que el abandono a su suerte, o el hambre, la sed, el frío y el miedo de estar en el contendor. Eso sin contar con el aplastamiento cuando el camión de la basura accione la prensa hidráulica,… ¡Menuda mierda, tío! –Leo cabeceaba como negándose a aceptar el veredicto-.
Ya en la trasera de la granja, todo transcurrió muy rápido. Javier partió el cuello de la gallina en un movimiento preciso. Fue fulminante. Se intentó evitar sufrimientos innecesarios. Leo contemplaba el sacrificio con tristeza. Su corazón de filósofo volvía a latir con fuerza. –“No puede ser –se decía una y otra vez- no puede ser”-. Era imposible que aquella historia no tuviera un final feliz. Tampoco insistió en salvar a la gallina. En el fondo, la gallina era un problema y había que darlo solución cuanto antes mejor. Puede que el sacrificio no fuera la medida más deseada, pero era eficaz sin duda alguna. Una vez muerta, los dos amigos se fueron al bar, nuevamente.
-¡Anda, vamos a beber unas cervezas!
-¡No mames! Me siento triste.
-¡Anda, no mames tú con bobadas! No era más que una gallina vieja y enferma. ¿Vas a sacrificar tú tu forma de vida por algo tan absurdo? Colega, hay un orden de prioridad en todas las cosas. Un animal y un ser humano no pueden estar a la misma altura.
-Me da igual, me siento triste, desengañado de la vida.
-¿Serás capaz? ¡Anda, vamos al bar!
Tres cervezas después, Leo regresaba a su casa. Echaba de menos los cacareos de la gallina. Miraba al hueco donde iba la caja y seguía pensando en todo lo sucedido. No daba crédito a lo que había hecho: salvar a un pobre bicho para después sacrificarlo. ¿Cómo es posible que haya participado en algo así?
Veinticuatro horas después, suena el timbre de la puerta. Mari Luz, la vecina de enfrente trae unas coliflores. Ella y Leo se saludan, le invita a pasar dentro, pero ella prefiere no entrar.
-¿Qué pasó al final con la gallina?
-Bueno, la llevé a la granja de Tablares.
-¡Ah! Muy buena idea. No se nos había ocurrido a ninguno –dijo Mari Luz mientras se recogía el pelo-. Y, ¿los guardias? ¿No se molestaron por hacerles venir a investigar por una gallina?
-Jajajaja –rió Leo mientras recordaba como la sacrificaron-. No dijeron nada en contra. Se horrorizaron por el abandono y comentaron que era la primera vez que les avisaban por algo parecido. Trajeron un transportín para llevarla si la encontraban, pero la muy petarda se escondió hasta la noche y tuve que encargarme yo de ella. Dijeron que hablarían con Afrodísio y le explicarían cómo hacerlo la próxima vez.
-¿No temes que Afrodísio se pueda enfadar contigo? Es un hombre mayor y no le gusta la Guardia Civil. Mira que si vienen en plan violento preguntándote quién eres tú para llamar a los guardias,…
-No la hagas, no la temas. De todas formas: ¿Quiénes son ellos para cuestionarme a mí quién soy yo para llamar a la policía? –La expresión de Leo se endurecía por momentos-. ¡Encima que lo hacen mal y me obligan a implicarme yo! ¡Qué vengan a pedirme explicaciones!
-Bueno, bueno. No te entretengo más. Yo sólo te quería decir que a nadie le gusta que le denuncien,… ¡Que te salgan ricas las coliflores!
-Gracias, Mari Luz. Hasta otro rato.
Son las cuatro y media de la tarde y mientras mira el fuego de la chimenea y se deleita con el crepitar de las brasas, Leo piensa en la gallina. Es más, se identifica con ella. Él se da cuenta de su soledad y de su abandono. En el fondo, si alguien le tirase a la basura, no habría nadie que le echara de menos, y él no quería eso. Atrás quedaban los tiempos en los que tenía una apretada agenda social, un trabajo de cara al público, multitud de amigos y una familia. Sin embargo, hoy todo era distinto. Su familia le rechazaba. Él se había jubilado. Sus amigos estaban lejos. Ya no había vida social. Tan solo estaba su perro fiel para acompañarle y, cómo no, los vecinos de este pueblo, con quienes tenía poco trato. Leo lo sabía. Se daba perfecta cuenta de la precariedad de su situación, pero nunca pensaba en ello. Nunca, hasta que se encontró la gallina en el contenedor, por eso tenía que apostarlo todo para salvarla. De esa forma se salvaría él también. Mas todo resultó inútil. La enfermedad y la vejez hicieron imposible su salvación. Leo pensaba y se reconcomía para cambiar las cosas. Aún era sano y no viejo del todo. ¡Todavía tenía una esperanza! Al menos, eso quería creer.
Leo piensa en Dios y en cómo funcionan las cosas. Saca la conclusión de que si el mundo es malo es porque Dios lo ha hecho así. Piensa en cómo los fuertes dominan a los débiles, o los matan, o se los comen. Piensa en un ecosistema humano en el que también hay fuertes y débiles, opresores y oprimidos. Sin embargo, su amistad con Javier, le hace pensar que el mal no es la única realidad. ¿Acaso el bien no será la evolución y el mal la involución? Y, ¿en qué consistiría el bien? ¿En dejar en el contenedor a la gallina? ¿En soltarla y abandonarla a su suerte? ¿En sacrificarla y volverla a tirar? ¿Acaso el mal no podía vestirse con los mismos trajes? Piensa en cómo los vecinos llevaban años viendo gallinas vivas en la basura y no hacían nunca nada. Reflexiona sobre lo ocurrido y en el desenlace final. También se cuestiona qué hacer la próxima vez que se encuentre un animal vivo en la misma situación: ¿Llamará a las autoridades? ¿Intentará rescatarlo? ¿Lo sacrificará para evitar sufrimientos y problemas?
Poco a poco, Leo se da cuenta de que no es muy diferente a los demás. Que al final lo que importa es no tener problemas. Leo acaba por descubrir que no es mejor que los vecinos. Que por mucho que ame a los animales, no está dispuesto a dejar que un bicho le cambie la vida. Leo maldice a su pueblo por enseñarle que él es tan perverso como el que más.
Sin embargo, Leo sabe que él es distinto. Mientras los demás agachaban la cabeza sin saber que hacer, él actuó. Bien o mal, pero no se quedó cruzado de brazos. Es cierto que su impulsividad le llevó al borde de un problema vecinal y que no pudo salvar a la gallina, pero hizo lo que creía que debía hacer. También sabe que no es insensible a la vida animal. Él mismo ha recogido gatos y perros abandonados y los ha mantenido a su lado.
En el fondo no ha sido más que un ejercicio de aprendizaje. La próxima vez estará mejor preparado para enfrentarse a ello. También será mejor para los animales. No podemos empeñarnos en mantener vivos a aquellos que no pueden vivir. Antes condenaba a quienes ahogaban en un cubo las camadas de cachorros, pero ahora ve que es peor abandonarlos, tirarlos a la basura, o dejarlos vivir sin la mínima garantía. Ahora entiende que cuando la voluntad se desborda, no se puede garantizar la correcta solución a una cuestión, y que cuando no se sabe la solución, no hay que adentrarse en un problema que no es tuyo.
Al final, Leo ha aprendido cosas nuevas a costa de la gallina. Cosas del amor a los animales, de la convivencia humana y del funcionamiento de las instituciones. ¡Menuda lección!