REFLEXIONES
ANTES DE LA NAVIDAD.
por
Juan
Cid Astruga.-
Cuenta
la tradición que hace más de 2000 años vino al mundo el Salvador, encarnándose en
un niño. Se dice que nació pobre y en un establo, ya que en la posada no fueron
admitidos. Se trataba de un Dios que se hacía hombre en la más absoluta discreción, humildad y pobreza. Un
Señor que vino a corregir los desmanes de una religión dada a un pueblo elegido
para liberarlo y entrarlo en su Reino.
Después
de esta breve introducción histórica, la pregunta primordial para continuar con
este ensayo es la siguiente: ¿Qué es la Navidad?
Los
teólogos dirán que es la celebración del nacimiento de Jesús de Nazaret, el
Hijo de Dios. La irrupción de la presencia humana de Dios en la Historia,… Los
creyentes del montón posiblemente no sepan expresar en qué consiste la Navidad.
Los fanáticos lo verán como un motivo para justificar separaciones, guetos y
otras categorías de odio. Los agnósticos lo verán como una fiesta laboral en el
calendario. Y, los ateos, como una imposición de la Iglesia hacia la sociedad
al obligar a hacer fiesta ese día, por ejemplo.
Para
los comerciantes y hosteleros puede verse como una lotería, en el sentido de
los beneficios producidos por las compras y comilonas que se hacen en estas
fechas. Para las compañías eléctricas, es un filón de oro puro, debido a las
luces que se instalan en las ciudades y también en algunas casas. Sea como sea,
el concepto sobre la Navidad es algo muy distinto según se mire.
Por
cierto, usted que lo está leyendo, ¿qué opina sobre la Navidad?
Ya
he mencionado tres características esenciales de la Natividad del Señor:
discreción, humildad y pobreza. Sin embargo, tanto a nivel eclesial, como a
nivel social, e incluso a nivel personal, muchas veces lo que se puede observar
es ostentación, prepotencia y derroche.
Está
claro que todo acontecimiento de repercusiones históricas tiende a ser
celebrado de una u otra manera, y que la consecuencia del Nacimiento del Hijo
de Dios en Belén no puede ser menos. No obstante, y basándome en el Evangelio,
si el reino que Jesús vino a instaurar no era de este mundo, ¿por qué hacemos
de este acontecimiento algo tan mundano? Y no me estoy refiriendo a los
villancicos, celebraciones religiosas y gestos de buena voluntad con nuestros
paisanos, sino a todo el fasto y derroche que viene aparejado con ello muchas
veces.
¿Qué
tiene de cristiano llenar las ciudades de luces de colores? ¿Qué tiene de
cristiano la ostentación de bienes y dinero? ¿De qué me sirve celebrar unas
fiestas llenas de materialismo, si no me importa un pimiento lo que se está
celebrando? ¿Cómo puedo disfrutar de una comida familiar si me van a dar en
todos los morros con la soberbia de mis anfitriones, o me van a imponer una
serie de situaciones por las que no quiero pasar? Y, ¿qué pasa si es al revés?
Vamos, si soy yo el que ostenta bienes materiales, impone injusticias y doy en
los morros a los demás?
Sea
como sea, la Navidad no tiene nada que ver con un tío gordo de barba blanca que
se ríe con la “o” y que sólo habla del espíritu de la Navidad para que consumas
a troche y moche. La Navidad no es una fiesta del consumo. La Navidad consistía
en el germen del amor fraterno, de la entrega total desde cero.
Bien
entendida, la Navidad debería ser la fecha de recordatorio y examen de
conciencia de un compromiso de amor, solidaridad y sencillez. Digo recordatorio
porque celebrarla cada año significaría aceptar y renovar el compromiso de
seguir y cumplir con las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Y, menciono examen
porque debe ser un tiempo para recapacitar sobre nuestra fidelidad al
compromiso asumido. Hablo de amor porque si Dios es amor, seguir a Dios implica
amar. Amar implica tolerar, comprender, disfrutar, vivir,… La solidaridad es
aplicar el amor a quienes están a tu lado y también a quienes no conoces y no
están a tu lado. Y la sencillez es el respeto a los recursos naturales, es
vivir sin lo superfluo.
A
todo esto, cuando vemos las luces navideñas, vemos los anuncios de televisión,
con regalos, turrones y demás, ¿en dónde aparece Jesús? ¿Acaso no se ve a Santa
Klaus y al consumo como los verdaderos protagonistas de la Navidad?
Después
de estas breve reflexiones, ¿cree usted que en estas fechas se celebra la
Navidad? O, por el contrario, ¿se ha desviado mucho lo que hay ahora de la idea
original?
Terminada
esta reflexión, no me queda más que desearles a usted y a los suyos una feliz
Navidad, o lo que sea que usted celebre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario